Enrique Piñeyro está interesado en varios males de este mundo, que tienen su origen en diversas corrupciones. O, mejor dicho, está interesado en cambiar el mundo –con Fuerza Aérea Sociedad Anónima logró modificar (o acelerar el cambio) del control de la aviación civil– mediante la acción pública: denuncias, declaraciones, investigaciones, el cine. Piñeyro pone el cuerpo delante y detrás de la cámara, y aquí nos mete en un caso impresionante: denuncias de corrupción, de grosera manipulación de pruebas y de unas cuantas otras cosas (no conviene adelantar más porque la película está estructurada a partir de no pocas revelaciones). Con seguridad escénica y narrativa, Piñeyro, un modelo de hombre renacentista –médico, piloto, productor, cineasta, actor, activista en pos de la justicia– ahora se mete con la policía (“rati” es un término que se usa popularmente y de forma despectiva). Y con El Rati Horror Show Piñeyro no solo se anima a hacer denuncias, también se anima a utilizar con elegancia y no poca gracia una batería de recursos: ficcionalización, backstage, efectos especiales... El impactante y convincente resultado prueba –además– que la corrupción es una de las formas más dañinas de la estupidez.